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Los riesgos a veces se materializan, y necesitamos estar preparados antes de que ocurran. En este artículo, profundizamos en cómo Edward Murphy, o la ley que formuló en la década de 1940, nos inspira a implementar una estrategia adecuada de gestión de riesgos en nuestros proyectos.
La famosa Ley de Murphy no puede ser más contundente: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Esta ley es la responsable de que tu tostada toque el suelo al caerse por el lado de la mantequilla o que el día que por fin decides lavar el coche sea justo cuando más llueve, o casi peor, cuando solo caen esas gotitas que te lo dejan aún más sucio.
El ingeniero aeroespacial que está detrás de ella se llamaba Edward A. Murphy Jr., quien, en los años 40, trabajaba en la seguridad de los cohetes que se usaban en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Después de un experimento fallido al instalar invertidamente dos sensores, expresó su frustración enunciando esta famosa ley. Aunque, originalmente, su intención era resaltar la importancia de realizar los diseños de cualquier pieza o producto de tal manera que un incorrecto montaje fuera imposible, la ley de Murphy se ha arraigado en la conciencia popular como que la fatalidad es inevitable. Este enunciado puede extenderse a una amplia gama de contextos, incluyendo la gestión de proyectos.
La moraleja de esta historia es que debemos estar preparados para enfrentar los posibles problemas que puedan ocurrir y evitar así que la profecía de Murphy se cumpla. Y aquí es donde entra en juego la gestión de riesgos o risk management (en inglés), una herramienta muy potente diseñada para prever y mitigar los potenciales obstáculos que nos impidan lograr los objetivos de nuestros proyectos.
Si aplicamos la gestión de riesgos a la Ley de Murphy, pasaríamos de:
"Si algo puede salir mal, saldrá mal"
Edward A. Murphy Jr., 1949
a…
“Si algo puede salir mal, podrá salir mal, pero estaré preparado para evitarlo o mitigarlo”
También E. Murphy, pero si hubiera conocido los beneficios de la gestión de riesgos en ese entonces.
Al adaptar la Ley de Murphy haciendo uso de la gestión de riesgos, buscamos ser proactivos. La clave está en anticiparnos a los posibles desafíos, tener un plan establecido para enfrentarlos y así evitar reaccionar únicamente cuando los problemas ya se han materializado. La anticipación es el pilar fundamental del Risk Management. Sin esta previsión, nos veríamos constantemente inmersos en la gestión de problemas, algo que precisamente intentamos eludir.
Si nos remontásemos a los años 40, cuando Murphy tuvo el problema con los sensores de los cohetes, podríamos haber incluso impedido que él mismo imaginara e inventara esta ley popular. ¿Cómo lo habríamos conseguido? Lo mejor habría sido haber realizado una gestión de los posibles riesgos en la etapa de diseño de los cohetes, pero ya que no se hizo en su debido momento, vamos a analizar lo que podríamos haber hecho si hubiésemos estado trabajando de la mano de Murphy en aquel momento.
En primer lugar, podríamos haber concienciado y formado al equipo sobre la importancia de adelantarse a los problemas para detectarlos a tiempo. Una vez convencidos de ello, les explicaríamos los tipos de estrategias que se pueden usar frente a cada riesgo identificado: escalar, transferir, mitigar, evitar o aceptar. En la mayoría de los casos se tratará de reducir el impacto (que es el significado de mitigar) o evitar que suceda el riesgo al 100%.
Conoce más sobre cómo crear una cultura de riesgos (o risk culture) sólida en nuestro estudio de caso (en inglés)
A continuación, tras haber identificado el riesgo de la mala colocación de los sensores con margen suficiente como para poder solucionarlo antes de que genere un problema, podríamos haber implementado una serie de acciones. Comúnmente se les llama “acciones de mitigación” cuando elegimos mitigar el riesgo, y el conjunto de estas forman el plan de acción. Frecuentemente en la gestión de riesgos se hace uso de un gráfico llamado “Waterfall Chart” que nos permite visualizar cómo vamos consiguiendo bajar la criticidad del riesgo con los distintos pasos del plan de acción a medida que avanza el tiempo.
Entonces, ¿qué habríamos podido hacer con el riesgo de los sensores de Murphy ya identificado ahora que conocemos mejor la teoría, impidiendo a su vez que se formulase su famosa ley?
Primero, habría sido vital reunir a todas las partes interesadas, a todos los involucrados en la instalación de sensores, para desarrollar nuestro plan de acción. Al colaborar de esta manera, se compartirán mejores ideas para mitigar el riesgo y se conseguirá mayor compromiso en la implementación de las acciones propuestas, reduciendo su criticidad más eficientemente hasta alcanzar el objetivo deseado.
A continuación, necesitamos determinar la solución al problema que tenemos, que es que no todos los trabajadores que tienen que instalar los sensores conocen la manera correcta de instalarlos. Por lo tanto, podríamos implementar una primera acción que sería:
Acción 1: Determinar una posición fija y única para la instalación de los sensores evitando la incorrecta colocación.
Esto podría asegurarse a través de una marca que indique la posición correcta, por ejemplo. Así no habría dudas y quedaría limitada la posibilidad de que se produzca nuevamente una instalación incorrecta de los sensores.
Una vez clara esta información, se haría una retrospectiva, verificando todo el trabajo ya realizado, corrigiendo las instalaciones que se hayan hecho erróneamente. De aquí saldrían las siguientes tres acciones:
Acción 2: Verificar todos los sensores ya instalados.
Acción 3: Instalar correctamente los sensores erróneamente colocados anteriormente.
Acción 4: Verificar todo el sistema de sensores para considerar el riesgo como ya mitigado, podríamos comprobar el buen funcionamiento de todos los sensores con esta última acción, asegurando que la solución planteada presenta el resultado esperado.
Si a cada acción le asignásemos una fecha objetivo de cumplimiento o “target date”, junto con un nivel de criticidad conseguido cuando la acción sea realizada, podemos ir construyendo el Waterfall Chart.
Suponiendo que inicialmente, cuando identificamos el riesgo, tenemos una criticidad muy alta (primer punto blanco del gráfico), podemos ver cómo con cada acción, la criticidad va descendiendo a criticidad alta, media y baja sucesivamente.
Nunca sabremos si un ejercicio como este nos habría impedido disfrutar a día de hoy de una ley tan famosa como la de Murphy y nos habríamos perdido el hecho de achacarle a ella la mala suerte de nuestra vida cotidiana, pero seguro que hemos conseguido concienciar de la importancia de anticiparse e implementar una buena gestión de riesgos.
Y como se dice por ahí, quien no quiere hablar de riesgos, es porque ya tiene demasiados problemas.
Nos hemos centrado mucho en riesgos en este artículo, pero tenemos que destacar que el Risk Management trata tanto riesgos como oportunidades. Así que recuerda que la gestión de riesgos no es solo una respuesta al “algo va a salir mal”, sino también una manera incluso de conseguir que los problemas se conviertan en oportunidad para fortalecernos frente a los desafíos que nos arroja la vida.
Este artículo fue escrito por María Correas Quijano, Iratxe Sánchez García y Ricardo Sánchez Pastor
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